Por Ana Lidia García
El reconocido director de cine cubano Gerardo Chijona –Adorables mentiras (1991), Un paraíso bajo las estrellas (1999) y Boleto al paraíso(2010)–, es también un hombre honesto; por eso, asegura que terminó el guion de La Cosa Humana dándose “cabezazos”, como mismo le sucede a Maikel, el ladronzuelo que quiere escribir un cuento durante la trama del filme.
Chijona confiesa además, que fue feliz cuando terminó la segunda proyección en el cine Charles Chaplin de La Cosa Humana, y los espectadores le regalaron un largo aplauso: “En ese momento respiré porque comprendí que el público se había conectado con la historia”. Así entre recuerdos, anécdotas y verdades, transcurrió esta entrevista acerca de su más reciente obra que habla sobre la decadencia de la ética y que tiene como protagonistas a un ladrón con ínfulas de escritor, a un escritor en decadencia y a un negociante que se cree culto.
Acompañado por un elenco de grandes como Enrique Molina, Vladimir Cruz, Amarilys Nuñez, Osvaldo Doimeadiós, y otros más jóvenes pero reconocidos actores como Carlos Enrique Almirante, Héctor Medina, Miriel Cejas, entre otros, Chijona llevó a buen puerto esta cinta dedicada a su amigo y colega Daniel Díaz Torres, en la cual también contó con prestigiosos artistas como Edesio Alejandro en la banda sonora y Raúl Pérez Ureta en la dirección de fotografía.
Sobre la génesis de la idea, recuerda que empezó a escribirse incluso antes de Boleto al paraíso: “El comienzo fue bien singular, pues nace de un robo en casa del guionista Francisco García. Entre las cosas que se llevaron estaba un cuento de él que luego apareció en un concurso municipal. Esa historia me pareció buenísima y se fue mezclando con otras ideas”.
Por aquel entonces tenía intenciones de hacer una película al estilo Balas sobre Broadway (1994), de Woody Allen, en la cual se entrelazan capos y artistas de modo particular. A la vez, estaba leyendo una novela de Charles Bukowski, titulada La senda del perdedor (1990), “donde él dice que el oficio de escribir es coger un carro, desmontarlo, cambiarle las piezas y volverlo a montar”.
Todos esos elementos confluyeron y arrancaron a trabajar, pero el texto no fluía. Apareció el libro de Jorge Pérez y empezaron a escribir Boleto al Paraíso. Luego de algunos años decidieron retomar el proyecto, redactaron a cuatro manos por correo electrónico pues Francisco ahora vive en Canadá, y después de 16 versiones encontraron el camino.
“Siempre tuve claro que sería un homenaje al cine, a la montaña de películas que he visto desde que tengo uso de razón. Por tal motivo, construimos la historia a partir de recursos cinematográficos y literarios, haciendo tributos a directores, escenas, géneros, sobre todo del cine norteamericano que es el que más me ha marcado a mí, seguidor en gran medida de la comedia producida en ese país. El largometraje tiene citas, algunas casi textuales, y no se mueve en un mundo realista porque los personajes todos son atípicos. El reto estuvo en insertar esas referencias sin que los actores parecieran falsos”.
“Cuando comenzaron los créditos volví a ser persona otra vez”, confiesa tras las emociones de la noche del estreno. ¿Temió que los espectadores no comprendieran el humor sofisticado que propone el filme?, le pregunto. “Claro que sí, el cine nunca es una apuesta segura porque unas veces piensas que tienes la mejor historia en la mano o una película impecablemente realizada y de todas formas no engancha. Eso es un misterio, algo impredecible, y es precisamente lo que disfruto de mi profesión”.
Quería hacer una comedia con un humor que nunca hubiese trabajado, pero sabía que eso era un desafío. Siente que en general se menosprecia la comedia a pesar de ser muy difícil: “A veces tengo una escena con un buen gag y después hago otro por si no funciona el primero y más tarde me sobrecoge la paranoia y hago un tercero para asegurar. Puede ser que no comprenden ninguno o que se rían tanto con el primero que luego no escuchen los otros dos”.
En la película confluyen consagrados y jóvenes artistas, ¿qué retos supuso dicho elemento para la dirección de actores?
Héctor Medina y Miriel Cejas comenzaron conmigo en Boleto al paraíso y han alcanzado tremendo nivel como profesionales. Enrique Molina, por ejemplo, es un actor al que no es fácil igualársele, por eso trabajamos el equilibrio en las escenas que comparte con Héctor. En el rodaje estuve pendiente siempre para que ninguno sobresaliera por encima de otros. Aunque, ciertamente, había pocas posibilidades de que eso sucediera, porque las escenas estaban construidas de forma tal que todos los involucrados estuvieran al mismo nivel y que el núcleo de atención se desplazara de uno a otro.
La Cosa… no aborda la realidad cubana, a pesar de ello hay momentos en los que el público encuentra conexiones…
Aunque la película transcurre en la sociedad nuestra, en un mundo marginal, y tiene que ver con la ética individual, algo que está medio desaparecido en este país, no es un mundo real porque el sustento del argumento reside en el cine y la literatura y no en la cotidianidad.
Sucede que los personajes toman vida y, a pesar de ser bien singulares, son creíbles. Como la realidad también es tan testaruda, la gente empieza a hacer links con situaciones diarias. En muchos casos, como sucede aquí, la película trae un mensaje a los espectadores. Usted puede estar contando la historia más verídica y desgarradora del mundo que si a la gente no le entra por el corazón, perdió la batalla. Los sentimientos son la única herramienta para conmover y emocionar.
En el nuevo filme que estoy preparando, Los buenos demonios, que es un guion que estaba escribiendo Daniel Díaz junto al escritor cubano Alejandro Hernández y quedó inconcluso, ofrezco una mirada al presente, a tres generaciones de cubanos conviviendo. Con Boleto… saldé mis cuentas con el pasado. Sé que las historias te buscan a ti y que uno no debe decir “de esa agua no beberé”; pero a partir de ahora quisiera hacer cine que mire al futuro, a la Cuba de ahora o a la que viene.
Publicado en: http://www.habanafilmfestival.com